Buena muerte en el domicilio… ¿De qué depende?


Soco Lizarraga Médica de Familia del CS de Berriozar y socia de DMD (Derecho a Morir Dignamente)

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En el año 2014 murieron en sus domicilios, en Navarra, 1.600 personas, lo que significa un 29% de todas las personas fallecidas ese año. Dentro de ellas el 90% tenía más de 65 años. En el 30% un tumor fue el causante y en el resto insuficiencia cardiaca-respiratoria, edad, demencia severa….

¿Cómo vivieron hasta el final estas personas? ¿Tuvieron una buena muerte?

Para la mayoría de las personas, una buena muerte significa morir sin dolor o con el menor posible, morir acompañada, en un ambiente agradable, sin alargamiento innecesario…
Y todo esto se puede conseguir muy bien en el domicilio, pero, por desgracia, no todas las personas que lo desearían lo pueden hacer, pues depende de varios factores:
• Que haya familia y seres queridos queriendo y pudiendo cuidar y acompañar hasta el final.
• Que coincida con personal sanitario implicado y humanista. En la atención en los domicilios es fundamental el equipo de Atención Primaria, empezando por la médica, la enfermera (gran cuidadora) y la trabajadora social, que además de asesorar y ayudar en los “papeleos” como solicitudes de dependencia, ayudas para compra de silla de ruedas,…aporta su saber en ayudar a la familia en la organización de los cuidados. Tenemos medios en todos los Centros de salud para prestar la ayuda necesaria.

• También es fundamental la asistencia por parte del servicio de urgencias-112, en general excelente en atender momentos finales.
• En los lugares donde hay Servicio Rural de Urgencias tienen la ventaja de poder atender las 24 horas del día, incluyendo festivos. Es importante que supediten su actuación a la ayuda para morir bien.
• Existen también ayudas extrahospitalarias, como el Equipo de paliativos de San Juan de Dios, que asesora y acude a los domicilios de algunas personas terminales con cáncer o Ela, y recientemente han comenzado a acudir a personas con pluripatologia.
• Otro factor es el económico. Morir en domicilio puede ser caro para la familia y muy barato para la administración. A veces hay que hacer adaptaciones (baño, escaleras…), compras específicas ( cama, colchón antiescaras, silla de ruedas…), contratar el Servicio de Atención Domiciliaria para el aseo diario, contratar personas cuidadoras, reducir jornadas laborales e incluso coger permisos sin sueldo. Puede parecer que esto supone un costo alto, pero no parece muy aventurado afirmar que mayor es el costo de ocupación hospitalaria y los gastos médicos que eso supone. A la administración, posiblemente, le saldría más económico atender las necesidades para una buena muerte en el domicilio, que los gastos de atención en un hospital.

Y la administración frente a todo esto, ¿qué hace?.

Las valoraciones de dependencia tardan muchos meses y hay personas que se mueren antes de ser valoradas o antes de llegar la resolución; Las Mancomunidades de Servicios sociales están saturadas y muchas no contemplan la prioridad de atención a personas moribundas con lo que fallecen personas sin poder recibir esos cuidados. No se facilita el disponer de tiempo suficiente para atender en domicilios, ni se insiste en la formación del personal sanitario para desterrar viejos tabúes (“la morfina mata”,.. “hay que mantener al moribundo con suero intravenoso porque muere mejor”,..)
Morir en tu propia casa, en tu cama, con tus seres queridos alrededor, siguiendo tus ritmos horarios, sin instrumental ajeno, con buen control de síntomas (incluida la sedación si se precisa) y con buen acompañamiento emocional, aporta calidez al proceso de morir, facilita encuentros entre familiares y con la persona moribunda, facilita despedidas y favorece el duelo posterior de la familia.
El personal sanitario podemos y debemos formarnos para realizar un buen acompañamiento emocional al final de la vida, no limitarnos a los cuidados físicos sino también ayudar a la persona moribunda a ir cerrando su ciclo vital, ayudarle en su balance final, en resolver asuntos inconclusos y en despedirse de esta vida.
Es verdad que para los sanitarios nos supone mucha emotividad y una carga extra de trabajo, pero creo que se compensa con la satisfacción de ayudar a morir como nos gustaría para nosotros o nuestros seres queridos. Se compensa con el plus de humanidad que aporta a nuestra tarea.