¿Cantidad o calidad de vida?


Dra. Clara Bibián Getino. F.E.A Geriatría. Hospital de Barbastro. Alodia Abad Ruiz. Trabajadora Social. Hospital de Barbastro. Dra. Carmen Deza Pérez. F.E.A Geriatría. Hospital Sagrado Corazón de Jesús de Huesca. Dr. Ignacio Ferrando Lacarte. F.E.A Geriatría. Residencia IASS de Borja, Zaragoza. Dra. Marta González Eizaguirre. F.E.A Geriatría. Hospital San José de Teruel

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Estamos viviendo un cambio generacional. La mejora de los sistemas de salud y de oportunidades médicas, ha provocado un aumento de esperanza de vida, que unido a una baja tasa de natalidad condiciona un incremento del porcentaje de personas mayores en nuestra sociedad.

La cronificación de enfermedades médicas, como decimos, supone un aumento de pacientes ancianos con las consecuentes exigencias económicas y sociales que se deriva de ello.
Los adelantos médicos nos permiten vivir más, pero… ¿Nos permiten vivir mejor? El objetivo que nos debemos plantear es, vivir más y mejor, consiguiendo años de vida libres de discapacidad.

Envejecimiento activo

Según los datos del Instituto Aragonés de Estadística (año 2016), más del 21% de la población de Aragón es mayor de 65 años y contamos con un índice de sobreenvejecimiento (cociente entre el número de personas mayores de 85 años y personas mayores de 65 años) entorno al 18,6 mostrando el evidente envejecimiento de la población aragonesa.
Si preguntamos acerca del estado general de la salud de las personas, más de un 23% refiere tener un estado de salud regular, malo o muy malo; las solicitudes registradas en relación a la prestación de la Ley de Dependencia se sitúan en 45.190 (3,45% del total de la población) a fecha de Abril de 2017.
Entendemos el concepto de “Envejecimiento activo” como aquel proceso de optimización de oportunidades de salud, participación y seguridad, con el objeto de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen, siendo imprescindible mantener una adecuada capacidad funcional tanto física como cognitiva.

Fragilidad y dependencia

Unido a este término encontramos el concepto de “Fragilidad”; podemos definir al anciano frágil como aquella persona con disminución de sus reservas fisiológicas y elevada vulnerabilidad a enfermedades, procesos agresores y, consecuentemente, mayor probabilidad para presentar episodios adversos en salud, institucionalización, pérdida de función, dependencia y muerte.
Es de gran importancia en el ámbito de la Geriatría, siendo imprescindible una adecuada valoración geriátrica integral para detectar aquellos pacientes que se beneficiarían de un plan de actuación definido e individualizado, ya que es en este punto donde todavía es reversible esa limitación funcional.
Para evaluar la fragilidad de un paciente debemos hacerla a diferentes niveles: fenotipo o sd. fragilidad (Linda Fried), test funcionales de observación directa e índices de fragilidad como el de Rockwod.
No debemos olvidar el papel de Trabajo Social para detección de estos pacientes, pues contamos con cuestionarios de detección de riesgo de fragilidad y dependencia como es el Cuestionario de Barber que nos ayuda a detectar a pacientes subsidiarios de realizar la valoración geriátrica integral.
Como hemos dicho, un anciano frágil se encuentra en situación de pre-discapacidad y por tanto de deterioro funcional incipiente y riesgo de dependencia; por tanto es nuestro deber la detección temprana de estos pacientes para elaborar un plan de actuación.

Derivación a geriatría

Teniendo en cuenta que es en el ámbito de Atención Primaria donde se concentra el grueso de la población diana en lo relativo a la fragilidad, deberíamos establecer criterios sencillos y uniformes que permitan una rápida detección y derivación a la consulta de geriatría para realizar una valoración más exhaustiva.
En cuanto al tratamiento, deberíamos centrarnos en el riesgo de caídas, vigilando riesgos en el hogar y elaborar un programa de actividad física multicomponente con ejercicios aeróbicos, fortalecimiento muscular, flexibilidad y equilibrio, siempre ajustados a cada paciente. La revisión del tratamiento farmacológico de los pacientes junto con un adecuado consejo nutricional son pilar fundamental de dicha valoración.
Por otro lado, la coordinación con los Trabajadores Sociales se hace necesaria si queremos que dicho plan de tratamiento sea efectivo. El entorno social del paciente es clave y aspectos como la red familiar y de apoyo del paciente, el estado de la vivienda y las posibles barreras arquitectónicas que pueda presentar, la capacidad económica y los recursos sociales de apoyo con los que pueda contar son claves a la hora de prevenir la dependencia y mejorar la calidad de vida
Queda claro, que la detección temprana puede mejorar la calidad de vida de nuestros pacientes, consiguiendo aumentar años de vida, pero libres de discapacidad.