La salud mental ante la crisis. APOCARSE ES VIRTUD, PODER Y HUMILDAD, DEJARSE APOCAR ES VILEZA Y DELITO (F. QUEVEDO)


Dra. Belén del Amo Martín . Médico psiquiatra. Clínica Psiquiátrica Padre Menni

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Todos los expertos en psiquiatría nos dicen que ante la crisis debemos crear “estrategias” de afrontamiento ¿Pero qué es eso, y cómo y cuándo ponerlas en marcha?

Según la Real Academia de la Lengua, crisis se define “como un cambio brusco, ya sea en enfermedad, en el orden físico, histórico o espiritual, un momento decisivo con consecuencias importantes, una situación complicada”. La situación de crisis actual la estamos padeciendo todos, nos está invadiendo una sensación de miedo y desánimo (miedo a perder el empleo, desesperanza en las oficinas del INEM). Desde los medios de comunicación nos viene una ola de pesimismo. Vecinos, familiares, nosotros mismos, nadie escapa a lo que ocurre ni al tsunami de emociones que genera.

La clave de todo ello está en determinar si esta situación repercute en nuestra salud psíquica y física. Mi respuesta como psiquiatra y como persona era de antemano: “Sí, repercute, pero….”. Realmente no se puede generalizar porque ante la situaciones adversas el ser humano tiene capacidad de desarrollar mecanismos de superación y afrontamiento.

En este momento tendría que dividir mi discurso en dos caminos. El primero, sobre las personas que ya padecen una enfermedad mental diagnosticada, las cuáles casi siempre han estado limitadas, no sólo en lo económico sino en lo afectivo. No hay datos objetivos de estudios que avalen que se produzca un aumento de enfermedades mentales en las crisis económicas mundiales. Lo que sí puede producirse es un menoscabo de los soportes socioeconómicos que tienen estas personas, previamente ya precarios. Pero, en segundo lugar, quiero hablar del no enfermo mental; de la persona de la calle, de nosotros, que no podemos olvidar la fuente de frustración que nos genera esta situación de crisis. Sin embargo no hay que tener miedo al sufrimiento, es solo una reacción. Nos indica que algo no funciona, es un sentimiento de alarma y debemos cambiar modelos de comportamiento y actitudes, buscar una salida, cada uno con su personalidad, en la que una parte de ella se puede reeducar con el fin de evitar el estrés. Hay que saber que los mecanismos defensivos ante el miedo pueden cambiar en los diferentes acontecimientos vitales de la vida de un individuo.

DEJEMOS DE TEMER AQUELLO QUE SE HA APRENDIDO A ENTENDER (Marie Curie)

Definimos el estrés, según la Real Academia de la Lengua, como tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas (nuestro cerebro se manifiesta a través de dolor en nuestro cuerpo) o psíquicas incluso graves. Quizá para entender bien lo que es esta palabra, en boca de todos, nos vamos a ir a su origen “el ambiente interno del cuerpo” (según el fisiólogo francés Claude- Bernard). Según los autores, el medio interno físico y psíquico de nuestro cuerpo tiene que estar en equilibrio, cuestión indispensable para nuestra supervivencia. Cuando viene un factor es tresante, lla mémosle cri sis, si hemos entendido lo que nos sucede, se produce una reacción: la huida o el afrontamiento. Nuestro cuerpo se prepara inicialmente con una reacción de alarma generalizada (todo nuestro organismo esta preparado para actuar), seguida de una fase de resistencia donde la fase inicial se reduce y el organismo empieza a afrontar, o no, la nueva situación. Dado que en la actualidad el factor estresante persiste durante tiempo, los mecanismos de nuestro cuerpo de respuesta de resistencia acaban sufriendo un desplome, pasando a una fase de agotamiento, de tristeza, de ansiedad, de angustia, de insomnio, de pensamientos pesimistas, es decir miedo.

Y ¿Qué hacemos entonces? Afrontar
El miedo no se manifiesta igual en todas las personas. Lo mismo que la belleza depende de los ojos con que miramos. En cualquier caso, el modo de afrontar al miedo va a depender del individuo. Si somos positivos nos enfrentamos con nuestros recursos, veremos que ni perdemos ni ganamos. Jaque mate o envido y veremos la situación con menos carga de estrés, sencillamente porque hemos visto la posibilidad de jugar. Pero si la vemos como amenazante, superior a nosotros, la valoración nos estresará y a partir de aquí llegará el caos, no nos atrevemos a ver la realidad y nos quedamos bloqueados, utilizaremos la huida, o lo que es peor, la duda en nosotros mismos. Es decir, la interrupción de nuestros propios pensamientos, de indecisión a la hora de tomar decisiones, la rumiación de estos mismos pensamiento de contenido negativo, el aislamiento y la irritabilidad.

Salgamos, no escondamos el problema, busquemos ayuda interpersonal, que no nos avergüence la situación (si no tenemos dinero, si nos han despedido, los niños, el que dirán) porque realmente, ¿El qué dirán soluciona el problema? ¿nos da de comer? Bajemos de nuestras fantasías o, mejor dicho, desterremos a los fantasmas y pisemos la realidad: aceptemos lo negativo, no actuemos de forma hostil, pero tampoco abordemos todos los problemas a la vez.

Pensemos que dentro del drama, no es hora de formalismos ni de cumplimientos (“cumplo y miento”).

Distingamos entre nuestro malestar y el fracaso (son totalmente contrarios). El pensamiento nos puede vencer, nuestras ideas se volverán en contra nuestra pero no es esto un fracaso. El ser humano se puede sentir fracasado pero no por ello ser un fracaso y menos en las circunstancias actuales.

Actuemos, centrémonos en la comunicación, escuchemos también, impidamos que toda nuestra atención se centre en nuestra crisis, procuremos fomentar nuestra buena salud, no estemos cansados todo el día, no pensemos impulsivamente y planifiquemos con toda la serenidad posible (En época de tormenta esperar la calma, I. de Loyola). Sintamos que nos quieren y, si no, pidámoslo. Los demás no pueden adivinar que tú quieres oír un “te quiero”, relájate a tu estilo no al estilo de los demás. Algunas recomendaciones para relajarse son fáciles: respirar profundamente por la nariz y expulsar el aire lentamente por la boca, una ducha alternando agua caliente con la fría, que los músculos agradecen. Pasea, levántate y haz algo sano conscientemente. Tu vida es hoy, y lo que pase mañana nadie lo sabe, y si alguien te dice lo contrario, te miente. Quiérete pero también déjate querer; transmite lo que sientes y siempre es mejor una sonrisa ante la adversidad que la angustia callada. Decía uno de los padres de la Psiquiatría que “si los ojos no lloran, llorarán los órganos”, por lo tanto deja aflorar la angustia, que no te oprima.

Respetémonos a nosotros mismos con responsabilidad, eso es dignidad.

EL VALIENTE TIENE MIEDO DEL CONTRARIO, EL COBARDE DE SU PROPIO TEMOR (F. QUEVEDO)

Si a pesar de todo lo anterior padece insomnio, alteraciones del apetito con pérdida o aumento del mismo, si está ansioso, siente un nudo en la garganta con dificultad para respirar, miedo al futuro, tristeza, apatía, ganas de estar en la cama, se muestra irritable, tiene alteraciones de la concentración y de la memoria y constantemente da vueltas en la cabeza a su problema, entonces acuda a su médico de familia y, si es necesario, él le derivará al psiquiatra. Primeramente le indicaremos que intente poner en práctica las medidas ya comentadas y le escucharemos. No podremos solucionar su problema derivado de la crisis, pero pondremos bastones farmacológicos para sus síntomas y, como decía mi catedrático y mi profesor Dr. Cervera, siempre tendremos tiritas para el alma.

UNA SOLA PIEDRA PUEDE DESMORONAR UN EDIFICIO (F. QUEVEDO)

Prevención de la salud mental: si no nos cuidamos, se resentirá el cuerpo y luego la mente, o viceversa.

Por último, intentemos prevenir mediante el autoconocimiento, identifiquemos nuestros puntos débiles y fuertes, aceptemos y aprendamos de los propios defectos, aceptemos nuestros limites, aprendamos a tolerar más la frustración, es decir aprender a vivir en estos momentos y a soportar las contrariedades. Admitir que siempre las cosas no salen bien es un elemento básico para la estabilidad psíquica. Seamos autónomos con una visión optimista aún en la adversidad, juzguemos las situaciones en un marco realista pero no catastrofista, relativizando los hechos desagradables. Huir de la sobrevaloración de las situaciones. Que reine la sencillez y lo simple y plantearnos situaciones lineales fáciles de manejar, así como llevar a la práctica lo que queremos de verdad, sin entresijos ni recámaras. Dicho lo anterior, sigo pensando que la crisis no está directamente asociada con la enfermedad mental aunque vuelvo al inicio. “No se puede generalizar”; no puedo decirles ni un Sí ni un No.