Artritis reumatoide


Dr. Enrique Ornilla

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La artritis reumatoide es una enfermedad reumática que se caracteriza por la inflamación de las articulaciones, aunque también puede afectar a otras partes del organismo, lo que provoca dolor, deformidad y dificultad para el movimiento. Es una enfermedad crónica, aunque con un buen tratamiento se puede conseguir un control de la misma en la mayoría de los casos.

Se trata de una patología con una prevalencia en España en torno a una de cada 200 personas. Estaríamos hablando, por tanto, de más de 200.000 afectados en nuestro país. Es más frecuente en mujeres y se presenta con mayor frecuencia entre los 45 y los 55 años aunque puede aparecer a cualquier edad.

¿Dónde se produce la artritis reumatoide?

La artritis reumatoide afecta predominantemente a las articulaciones (estructuras que unen huesos y permiten la movilidad del cuerpo humano). Se produce, concretamente, por la inflamación de la membrana sinovial que recubre dichas articulaciones y es la encargada de mantener la función y la estructura de la articulación en buen estado.

La inflamación de la membrana sinovial es la responsable del dolor, de la hinchazón y de la sensación de rigidez que notan muchos pacientes. La persistencia de esta inflamación condiciona que el lugar del hueso en el que se fija la membrana sinovial se dañe, dando lugar a erosiones, y hace que el cartílago, que permite el rozamiento suave entre los huesos, adelgace y desaparezca.

Aunque la localización fundamental de las lesiones producidas por la artritis reumatoide está en la membrana sinovial de las articulaciones, a veces se pueden alterar otras estructuras, como es el caso de nódulos reumatoides, que son abultamientos duros (nódulos) que aparecen en zonas de roce, como son los codos, el dorso de los dedos de las manos y de los pies, la parte posterior de la cabeza o la zona del talón.

La artritis reumatoide también puede provocar sequedad de la piel y de las mucosas, es decir, inflamación y atrofia de las glándulas que producen las lágrimas, la saliva, los jugos digestivos o el flujo vaginal. Es el síndrome conocido como “Sjögren secundario a artritis reumatoide”.

Causas de la artritis reumatoide

La artritis reumatoide es una enfermedad de causa desconocida. Probablemente existan múltiples factores que desencadenen su desarrollo en personas que ya estén predispuestas a padecerla, según se cree, por razones genéticas. Lo que sí se debe destacar es que no es contagiosa.

Se considera una enfermedad autoinmune, ya que existen alteraciones del sistema inmunológico que parecen explicar que la inflamación de las articulaciones es una consecuencia de la invasión de la membrana sinovial por células inmunitarias.

El clima y la humedad no tienen nada que ver con el desencadenamiento o mantenimiento de la artritis reumatoide. Sin embargo, es cierto que algunos cambios climáticos, y en particular cuando el tiempo va a empeorar, hacen que cualquier articulación dañada por ésta u otra enfermedad sea más dolorosa.

Síntomas de la artritis reumatoide

La inflamación de las articulaciones produce dolor e hinchazón. Así, el dolor articular es el síntoma más frecuente en la artritis reumatoide y la hinchazón articular puede ser más o menos visible por el paciente. A veces, sólo el reumatólogo puede detectar esta hinchazón mediante la palpación de las articulaciones. Las articulaciones que se inflaman con más frecuencia son las muñecas, los nudillos, las articulaciones de los dedos de las manos y de los pies, los codos, los hombros, las caderas, las rodillas y los tobillos. El dolor del cuello puede también ser debido a la artritis reumatoide y debe ser comunicado al médico. Además del dolor y la hinchazón, por las mañanas puede haber dificultad para el inicio de los movimientos. Su duración es variable según el paciente, pero puede llegar a ser incluso de horas.

La inflamación persistente puede acabar dañando los huesos, ligamentos y tendones que hay alrededor. La consecuencia será la deformidad progresiva de las articulaciones y la reducción de la movilidad articular, lo que puede llevar al paciente a cierto grado de discapacidad para poder realizar algunas tareas de la vida diaria.

Diagnóstico de la artritis reumatoide

El reumatólogo debe valorar los síntomas para saber si una persona padece una artritis reumatoide. Para ello, realiza una exploración de las articulaciones, para comprobar si están o no hinchadas.

Artritis reumatoide Hay otras enfermedades reumáticas que también pueden producir molestias similares. Es por esta razón que son de gran utilidad las radiografías y algunos estudios analíticos, en los que se tendrán especialmente en cuenta los factores reumatoides.

Tratamiento de la artritis reumatoide

El diagnóstico de la artritis reumatoide cambia la vida de la persona que la padece y la de su familia, que ha de ajustar aspectos a veces importantes de su actividad cotidiana a la nueva situación.

Actualmente, la artritis reumatoide no tiene un tratamiento curativo, pero sí que existen medicamentos que ayudan a controlar la enfermedad en un porcentaje cada vez más elevado de pacientes.

Para tratar la artritis reumatoide existen dos tipos de fármacos:

Antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) y los glucorticoides son útiles para bajar la inflamación y sobrellevar el dolor del día a día, pero no sirven para modificar la evolución de la enfermedad a largo plazo.

Fármacos modificadores de la enfermedad no sirven para tratar el dolor en un momento determinado, sino que actúan haciendo que la actividad de la enfermedad a largo plazo sea menor. Este es el caso del metrotextato, la sulfasalazina, las sales de oro, la cloroquina, etc.

Hay que destacar que todos los medicamentos tienen efectos secundarios y que siempre deben ser suministrados por un profesional.

Recomendaciones ante una artritis reumatoide

Las principales recomendaciones para pacientes de artritis reumatoide son:

  • Dormir una media de 8 a 10 horas nocturnas.
  • Comenzar el día con un baño con agua caliente contribuye a disminuir la rigidez y el agotamiento nocturno.
  • Evitar actividades que precisen esfuerzos físicos.
  • No hacer excesivos esfuerzos físicos con las manos.
  • No es recomendable practicar deportes con contacto físico. Aunque se recomienda montar en bicicleta, nadar y pasear.
  • Durante el descanso, se debe evitar doblar las articulaciones, mantener los brazos y las piernas estirados y tener una cama dura y una almohada baja.
  • Mantener una dieta adecuada con el fin de evitar la obesidad.

Lo más importante a tener en cuenta es que el profesional que se encarga de este tipo de dolencias es el reumatólogo.