El aislamiento agrava el sida en las comunidades rurales


Patricia Ruiz de Irizar

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Hace unas semanas se celebró la XVII Conferencia Internacional sobre el VIH/Sida en Ciudad de México que arrojó los primeros datos positivos en la lucha contra la epidemia. Los avances deben servir para demostrarnos que las estrategias de prevención y de lucha contra el VIH/Sida dan resultados.

Sin embargo, todavía existen ámbitos y grupos de población a los que no llegan ni los métodos de prevención y detección, ni los tratamientos con antirretrovirales (ARV). La incidencia del Sida en las comunidades rurales, especialmente en Asia y África donde el 60% de la población vive en el campo, es profunda y la enfermedad supone una doble carga para las familias por la propia enfermedad en sí, por un lado, y la necesidad de prestar atención a los enfermos, por el otro.

La prevalencia del VIH entre las mujeres jóvenes atendidas en los dispensarios prenatales ha disminuido, pero en parte de esos países la reducción sólo ha sido significativa en las zonas urbanas. En Haití, país que padece la mayor epidemia del Caribe, se han documentado niveles importantes de comportamientos de alto riesgo en las zonas rurales.

En las áreas rurales también perviven prácticas tradicionales que se traducen en mayor riesgo, sobre todo para las mujeres, de contagio del virus. Así sucede en Etiopía, país en el que la epidemia parece estar estabilizada en las ciudades pero donde, en las zonas rurales, con cerca del 85% de la población, está aumentando. En estas comunidades la persistencia de ciertas costumbres dañinas como el matrimonio prematuro, la mutilación genital femenina y la violencia sitúan a la población en riesgo.

Combatir el aislamiento

Los retos que plantean las comunidades rurales en países ya de por sí con sistemas sanitarios débiles son especialmente exigentes. El tratamiento con ARV es uno de ellos. Incluso cuando un dispensario rural puede proveer medicamentos antirretrovirales, los habitantes de estas comunidades con VIH deben viajar durante horas sólo para realizarse pruebas de CD4 o de carga vírica. Tal es la magnitud del problema que se han puesto en marcha iniciativas novedosas para reducir el coste del desplazamiento. Este mismo año la compañía India de ferrocarriles ha anunciado que el billete costará un 50% menos a las personas con VIH que viajen para recibir tratamiento.

Para combatir el aislamiento, Médicos del Mundo ha puesto en marcha en zonas remotas programas descentralizados de lucha contra el VIH/Sida bajo este prisma que combina proximidad e integración en el sistema de atención primaria. Los equipos locales y los y las cooperantes mantienen dispensarios de salud primaria en un medio rural y ofrecen una atención descentralizada gracias a unas clínicas móviles como las que impulsamos en Tanzania.

Las mejoras que ofrece esta estrategia son evidentes. La población prefiere pasar consulta en su centro de salud habitual que desplazarse a un centro alejado pero especializado en sida. Esto permite luchar contra la estigmatización ligada al VIH, ya que las personas no delatan su condición de seropositivos al entrar en el centro, preservando así su derecho a la intimidad. En el hospital del distrito de Chato todas las actividades de lucha contra el sida están integradas en la atención médica básica de las mujeres embarazadas. El diagnóstico de VIH se propone durante las consultas de salud primaria, de la misma forma que el diagnóstico de la malaria o de la malnutrición. Como el test ya no produce estigma, éste es aceptado por el cien por cien de las mujeres.

Todos los medios financieros y humanos puestos a disposición de la lucha contra esta epidemia hacen concebir la esperanza de una mejora global en el acceso a la salud y a los medicamentos en países con recursos limitados. De hecho, el Sida podría servir de acicate en beneficio del tratamiento de otras patologías crónicas y de la mejora del conjunto del sistema de salud de estos países.