El voluntariado en salud mental


Sor Cristina Santiago Lizcano, . HSC Responsable de Voluntariado. Clínica Psiquiátrica Padre Menni, Pamplona

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Una acción voluntaria es aquella “que se hace por espontánea voluntad y no por obligación o deber” (RAE, 2001). Es algo que nace de dentro, de la voluntad, de la libertad. Cuando además está dirigida a atender y cuidar a personas con enfermedad mental nace, incluso, de más adentro aún, del corazón, de la generosidad.

Las manifestaciones de la enfermedad mental son muy variadas, y podrían clasificarse en dos grupos. En el primero, destacan alteraciones del pensamiento, de la conducta, falta de iniciativa y limitaciones de las habilidades sociales y funcionales de las personas; y en algunos casos, además, existe una pérdida de relaciones familiares y sociales (trabajo, amigos). En el segundo grupo, destaca el declinar de las funciones cerebrales: memoria, atención, lenguaje, habilidades mentales, y deterioro de la movilidad y de las funciones corporales básicas que hacen que las personas que sufren estas enfermedades (sobre todo demencia) sean muy dependientes de otros. En ambos casos, la característica común es la situación de necesidad de apoyo, compañía, relación, entretenimiento… Esto lo da el voluntario.

¿Por qué ser voluntario?

La presencia del voluntariado en los hospitales y otros centros ha sido una realidad desde los inicios de estos. Pero en el caso de los enfermos mentales, y durante muchos siglos, “estar loco” o “ser demente” suponía una lacra personal y se les alejaba a estas personas de la sociedad. La consecuencia de esto fue lo opuesto a lo que muchas de estas personas necesitan para mejorar: potenciar aquellas conductas y relaciones que les ayuden a estructurar su vida.

El voluntariado, tal como lo entendemos en los centros de las Hermanas Hospitalarias, dedicados preferentemente al cuidado y tratamiento de la enfermedad mental, es una oportunidad de servicio para aquellas personas que sienten en su interior una llamada a compartir su tiempo con los pacientes. Los voluntarios forman parte de la comunidad hospitalaria y colaboran, con su actividad a tiempo parcial, con los equipos terapéuticos, en el cuidado del enfermo.

Los valores humanos que distinguen la acción del voluntariado en Salud Mental pueden sintetizarse en: Gratuidad, Acogida, Interés por el otro, Compromiso, Constancia y Generosidad. El fundador de los Centros de las Hermanas Hospitalarias, S. Benito Menni, vivió en primera persona esta experiencia de ser voluntario en diferentes momentos de su vida, incluso durante la tercera guerra carlista, a través de la recién fundada Cruz Roja, lo que le hizo valorar y transmitir ese valor de solidaridad y entrega hacia los enfermos.

¿Qué se le pide a un voluntario?

Respeto. Las personas con las que comparte su tiempo son personas adultas que pueden y deben tomar sus propias decisiones. Llegar a un acuerdo con ellas es, pues, fundamental a la hora de realizar cualquier actividad compartida. Sin embargo hay que mantener un equilibrio entre el no forzar una conducta y el “permitir todo”. La persona puede presentar áreas de funcionamiento problemáticas sobre las que se debe intervenir y una de ellas suele ser la apatía. La estrategia general más útil para motivar es hacer ver a la persona el porqué de nuestra indicación, hacerle ver los beneficios de la actividad que le pedimos que haga, los efectos perjudiciales en caso de no hacerla, hacerle sentir que es capaz, ofrecerle nuestro apoyo si tiene dificultades e insistir hasta cierto punto, aceptando que puede darnos un “no” por respuesta.

Confidencialidad. Es necesario guardar el necesario secreto y reserva de lo que conozcamos en nuestra labor voluntaria en lo referente a su persona.

Promover la autonomía. Cada persona presenta un nivel de autonomía diferente, por lo que hay que buscar el límite de hasta donde ésta puede hacer las cosas por sí misma y desde dónde necesita nuestro apoyo. Nunca debe hacerse algo por la persona de lo que esta sea capaz, salvo en situaciones de emergencia.

Cercanía. El voluntario debe mantener un alto grado de cercanía aunque sin confundirla con un grado inapropiado de intimidad. Se demuestra con un trato cariñoso, de disponibilidad y mostrando interés por cada persona, por su vida, sus inquietudes, sus deseos. El contarle cosas de la propia vida puede ser interesante, aunque con prudencia y dentro de los límites necesarios y siempre como respuesta a una auto-revelación del usuario.

Paciencia y confianza. Se consiguen muchas cosas insistiendo, no tirando la toalla, creyendo de verdad en la capacidad de la persona para conseguir algo, así también él mismo y su familia creerán en sus capacidades.

Constancia y compromiso. A los voluntarios se les pide un compromiso en cuanto a los días y horarios de presencia, dado que van a establecer un vínculo especial con las personas enfermas y éstas esperan con alegría el rato que pasan con los voluntarios, con los que compartirán un rato de charla, una salida a tomar un café, etc. El defraudar esta expectativa a veces provoca la reacción opuesta.

Creatividad e iniciativa para el ocio.

¿Qué hace un voluntario?

Los voluntarios con su participación en la vida y actividades de los usuarios hacen más humana su atención, más aún si el paciente no tiene un grupo familiar de apoyo o éste es reducido.

El voluntario puede colaborar, entre otros, en las siguientes actividades:

  • Actividades de Acompañamiento y Relación de Ayuda: escucha, acogida, acompañamiento en salidas y entrega de su tiempo al otro.
  • Actividades de Ocio y Tiempo Libre: fiestas, excursiones, actividades deportivas y culturales.
  • Actividad de Terapia Ocupacional: ayuda en los talleres de pintura, expresión plástica, artesanía y manipulación de objetos.
  • Actividades relacionadas con la atención espiritual: pastoral, celebraciones, acompañamiento en actos religiosos.
  • Otros: dependiendo de las habilidades y cualidades del voluntario.

Para elegir qué personas van a beneficiarse más de la acción del voluntario, el equipo asistencial valora las necesidades que tienen los diversos pacientes en cuanto a acompañamiento, especialmente si carece de un apoyo familiar adecuado.

Formación

Los voluntarios, además, requieren de formación que facilita y mejora el desarrollo de su labor, desde varios ámbitos y opciones:

  • Formación interna: impartida por profesionales de las diferentes áreas de salud mental, que les orienta en el conocimiento de la enfermedad mental, para que su relación con el paciente sea lo más adecuada y satisfactoria posible para ambas partes.
  • Además también participación de formación sobre voluntariado impartida por entidades de voluntariado de nivel local o regional.

Beneficios del voluntariado en salud mental

Dar cabida en el hospital a personas que, de manera voluntaria, tienen una relación habitual con los pacientes, implica establecer acciones que disminuyan las consecuencias negativas del estigma social que, en ocasiones, pesa sobre algunos trastornos de la salud mental. Las personas voluntarias se convierten así en transformadoras de la sociedad, porque llevan a su entorno una visión normalizada de situaciones relacionadas con la salud mental. Al mismo tiempo, el voluntariado supone una ayuda para favorecer la atención integral a las personas con enfermedad mental. En el encuentro voluntario-paciente se crea una relación que resulta beneficiosa para ambos. Se convierten en compañeros de camino, amigos y confidentes.

A veces a través de la escucha activa y otras a través de un acompañamiento silencioso, respetando el ritmo de la persona acompañada.

Impulsar y apoyar el voluntariado en los centros de Salud Mental implica favorecer la cultura del encuentro, de la acogida y de la preocupación por otros de manera desinteresada, en una sociedad con tendencia al individualismo. El voluntario aporta. Pero también aprende aquello que sólo algunas personas, como es el caso de nuestros pacientes, están en disposición de enseñar.

“Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a aconsejarme, no estás haciendo lo que te he pedido.

Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a decirme por qué yo no debería sentirme así, no estás respetando mis sentimientos.

Cuando te pido que me escuches y tú piensas que debes hacer algo para resolver mi problema, estás decepcionando mis esperanzas.

¡Escúchame!

Todo lo que te pido es que me escuches, no quiero que hables ni que te tomes molestias por mí, escúchame, sólo eso.

Es fácil aconsejar. Pero yo no soy un incapaz.

Tal vez me encuentre desanimado y con problemas, pero no soy un incapaz.

Cuando tú haces por mí lo que yo mismo puedo y tengo necesidad de hacer, no estás haciendo otra cosa que atizar mis miedos y mi inseguridad.

Pero cuando aceptas que lo que siento me pertenece a mí, entonces tengo que empezar a descubrir lo que hay dentro de mí”

(Carlos Alemany)