Hábitos saludables para prevenir el cáncer de colon y recto


Javier Gordillo Vázquez. Enfermero de Endoscopia Digestiva. Isabel Pachón Vázquez. Enfermera de Endoscopia Digestiva

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Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Epidemiología casi 12.000 personas murieron a causa de cáncer de colon y recto en 2014. En 2015 los registros de la Red Española de Registros de Cáncer estimó en 41.441 el número de casos diagnosticado con cáncer de colon y recto.

Es evidente que el cáncer de colon y recto es un grave problema sanitario para toda la población. El diagnóstico temprano es uno de los recurso más óptimos para su prevención en estadios primarios o fases iniciales en forma de pólipos gracias a los programas de cribado. Ello se consigue con la realización de una colonoscopia. Cuando existen antecedentes familiares se debe realizar una colonoscopia de cribado familiar a los 40 años, o 10 años de la edad de diagnóstico del familiar que sufrió este tipo de cáncer.
Otro programa de cribado es el que desde hace años se desarrolla en Navarra para la prevención de cáncer de colon y recto para la población asintomática entre 50 y 69 años que residen en la comunidad y al que han llamado Elige 90. Este nombre se asocia a la tasa de curación es del 90% de los casos en fases iniciales de este tipo de cáncer.
Pero existen otras medidas de prevención primaria que pueden ayudar a mejorar nuestra calidad de vida y prevenir este tipo de enfermedades donde nuestros hábitos de vida juegan un papel decisivos, y por tanto, debemos conocer.

Dieta

Como profesionales de la salud debemos educar y estimular a la población en el uso de buenos hábitos y factores que han demostrado encontrarse asociados a la disminución del riesgo de cáncer de colon y recto.
Uno de estos factores es el consumo de fruta y verduras que producen un beneficio de protección frente al cáncer. El hábito dietético vegetariano se asocia a la reducción directa del riesgo de sufrir cáncer de colon y recto.
El consumo de fibra dietética procedente de cereales integrales, como el salvado de trigo sin procesar protege, especialmente, frente al cáncer de recto.
El consumo de suplementos, como el ácido fólico, es controvertido. A pesar a que se suele recomendar puede ser perjudicial en la proliferación de pólipos adematosos y por tanto no son recomendables. Lo mismo ocurre con el café. Siempre que este consumo no sea excesivo, puede reducir el riesgo de aparición de lesiones adenomatosas por el contenido antioxidante del café.
La ingesta de pescado azul también es un hábito saludable de prevención ya que es rico en omega 3. La ingesta de vitamina D, acompañada con la exposición al sol saludable también reduce la incidencia.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) existe una clara relación de la incidencia de este tipo de cáncer con un déficit de vitamina D.
Y por último reducir el consumo excesivo de carnes rojas y procesadas, así como cocinadas a altas temperaturas. La OMS equipara este hábito alimenticio en la misma categoría que el alcohol o el tabaco.

Ejercicio

Aunque parece un hábito muy extendido, el ejercicio físico es el mejor hábito saludable que podemos realizar. Se puede adaptar a cada tipo de persona, realizarlo en exterior o desde casa, intenso o relajado, para que, en definitiva, mejore nuestra salud.
A día de hoy, se desconoce el mecanismo intrínseco de este efecto protector de la actividad física frente a la reducción de tumores malignos. El efecto saludable que ofrece la liberación de endorfinas debido a la estimulación adrenérgica del ejercicio, la reducción de grasas y la tonificación del sistema musculo-esquelético pueden ayudar a explicarlo.
Esta prevención primaria es la mejor inversión que podemos hacer para ayudar a la reducción de la tasa de cáncer en nuestra población. Cada persona puede ayudarse a sí misma y a su entorno con el cambio de estos hábitos. Unos sencillos cambios regulares en nuestra forma de vida pueden suponer la diferencia estadística en unos años.