La alimentación también tiene edad


Laura Garde Etayo . NA00087 Colegio Oficial de Dietistas y Nutricionistas de Navarra

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La eterna juventud es algo que, aún hoy en día, a pesar de todos los avances tecnológicos y descubrimientos científicos, sigue siendo un sueño o un deseo que no acabamos de alcanzar. Todas las personas envejecemos, pero no al mismo ritmo, ni con idéntica intensidad. La clave está en ir haciéndolo con la mejor calidad de vida posible, aunque entre tanto vayamos perdiendo, poco a poco, la salud.

Funcionalmente, la vejez comienza al producirse un 60% de las modificaciones fisiológicas debidas a la edad. Fisiológicamente, el envejecimiento es la situación en la que se hace evidente la disminución en la capacidad para mantener la homeostasis, o lo que es lo mismo, el equilibrio en el medio interno y todos los procesos que ocurren en él.

Ante ello, la alimentación tiene mucho que decir. Así, de forma preventiva, procura que los buenos hábitos adquiridos desde la infancia eviten o retrasen la aparición de enfermedades degenerativas. Por supuesto, la dietética y la nutrición juegan un papel fundamental en el tratamiento integral de enfermedades de origen alimentario, que la edad tiende a agudizar. Además, hay que destacar que una alimentación adecuada a las personas de edad avanzada resulta la mejor estrategia para paliar el deterioro generado por la desnutrición, la obesidad, las enfermedades carenciales, cardiovasculares y mentales, las demencias, los efectos secundarios de la medicación para enfermedades crónicas, etc.

Envejecimiento, funciones orgánicas y adaptación alimentaria

Con el paso del tiempo, todas las funciones orgánicas se ven afectadas. La alimentación deberá adaptarse progresivamente a los cambios que se van produciendo. Si conseguimos nutrir y satisfacer, tenemos asegurada la mejor calidad de vida posible para cualquier individuo. Los cambios en el sistema digestivo se producen a todos los niveles. Por citar ejemplos concretos, la pérdida de piezas dentarias, la disminución de secreciones digestivas (saliva, jugos gástricos, pancreáticos, bilis) o la reducción de fibra muscular a lo largo de todo el tubo digestivo. Esto conlleva una alteración de la capacidad masticatoria y una actividad digestiva precaria, por falta de enzimas digestivas y de motilidad, que, en definitiva, repercute en una menor absorción y aprovechamiento de nutrientes. A ello hay que añadir, la disminución del olfato y del gusto y, por tanto, de la percepción del placer que sentimos al comer. La comida pierde interés, deja de suponer un estímulo y pasa a ser una penosa obligación. Una mala adaptación a dichos cambios puede arrastrarnos a la desnutrición, a la obesidad, al agravamiento de las patologías crónicas, fundamentalmente de origen cardiovascular, o a la aparición de otras como las de tipo óseo-articular, que además limitan la función motora. El gasto energético también mengua, hay menos actividad y perdemos tejidos metabólicamente activos (músculo) y viceversa, por lo cual debemos adecuar el aporte de energía. Igualmente, el sistema inmune se resiente tras todas estas transformaciones, haciéndose más vulnerable. En general, necesitamos menos energía para vivir, pero de una gran calidad, rica en nutrientes reguladores (vitaminas, minerales, fibra y agua).

Personalizar el aporte energético

Una propuesta muy cómoda y práctica para las personas mayores es seguir una planilla genérica semanal como modelo. Sobre esa planilla, hacemos la compra, facilitando un modo de funcionar ordenado y variado. Es necesario personalizar los aspectos dietéticos de cada caso concreto, como la presencia de texturas más o menos blandas, o la variabilidad en la cantidad de hidratos de carbono (pan, patata, legumbre, pasta, arroz), según el aporte energético que cada uno requiera. He aquí el ejemplo de un menú genérico para un día, y al lado, una de las posibles opciones en forma de alimentos concretos:

Desayuno: 1 vaso de agua Fruta / Compota de manzana y ciruelas Lácteo desnatado con cereal / 1 vaso de leche desnatada con sopas de pan.

Almuerzo: 1 vaso de agua Fruta / 1 plátano

Comida: 1 vaso de agua Legumbre con verduras / Garbanzos con espinacas. Pescado azul con patata / Chicharro asado con patata. Lácteo desnatado y frutos secos / Yogur desnatado natural con nueces.

Merienda: 1 vaso de agua Fruta / Batido de frutas

Cena: 1 vaso de agua Verdura / Puré de verduras con patata. Huevo / 1 huevo escalfado. Lácteo desnatado / Yogur desnatado natural.