La soledad de la cuarta edad


Laura Sánchez y David Navarro

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La esperanza de vida en los países desarrollados está en aumento continuo. El porcentaje de personas mayores de 80 años es cada vez mayor. Este grupo de edad es el ejemplo de la revolución en la longevidad que está cambiando radicalmente la estructura de la sociedad y nuestra percepción de la vida y la muerte. El concepto de la tercera edad ha perdido su significado.

La expresión de la cuarta edad hace referencia a la última fase de la vida de las personas, que se considera a partir de los 80 años de edad. Solo en Navarra en 2014 vivían 39.865 mayores de 80 años, cifra que se espera aumente hasta los 41.000 en el 2021, según datos del Instituto de Estadística de Navarra.

Vivir en la cuarta edad es un auténtico reto. El anciano debe equilibrar su deseo de continuar luchando por su independencia con la evidencia de que su movilidad y su salud están disminuyendo a medida que pasa el tiempo. El deterioro de la salud es además una amenaza para la identidad de las personas. Se rompe con la rutina ordinaria, con las actividades y las relaciones sociales. Lo importante es saber ir adaptándose a la nueva situación.

La cuarta edad es un tiempo de duelo y pérdida, que reduce los círculos de las personas de apoyo y ayuda. Es en este momento del ciclo de vida cuando las decisiones de mayor importancia son, por ejemplo, si se permanece en casa o se traslada a vivir a una residencia o a quién dar poder sobre las decisiones relacionadas con el dinero… Tales decisiones son difíciles de hacer: la gente necesita tiempo y sus puntos de vista pueden cambiar con las circunstancias. El apoyo de sus familiares es fundamental durante esta etapa, aunque en muchas ocasiones hay discrepancia de opiniones. Los profesionales cualificados es fundamental y es más cuando tales decisiones son un proceso, y no un hecho aislado.

Los familiares y amigos juegan un papel vital en el apoyo a las personas en la cuarta edad. Las relaciones familiares sostenidas pueden permitir a las personas mayores que sigan haciendo un aporte valioso y mejorar su dignidad. Es cierto, que a la cuarta edad, después de llevar toda su vida tirando de las riendas de su vida y de la de toda su familia, les cuesta delegar y dejarse llevar. Es una etapa en la vida en la que  deben dejase querer por aquellos familiares que les quieren devolver todo el amor entregado en todas las etapas previas. Un escaso apoyo puede tener un gran impacto.

Soledad

Una quinta parte de las personas de 80 años se sienten a menudo o todo el tiempo solas. Aunque la soledad puede ocurrir en cualquier edad, para los mayores de 80 hay una mayor probabilidad: ya se han jubilado y tienen menos o ningún contacto con sus ex compañeros de trabajo, se han quedado viudas, y los amigos o familiares viven alejados o han muerto. La mala salud también puede hacer difícil mantener el contacto con los familiares y amigos.

La soledad no es una parte inevitable de la vejez, pero una vez que alguien llega a cierta edad el riesgo aumenta. No debe confundirse soledad con estar solo o vivir solo. Algunas personas pueden estar aisladas, pero no solas, mientras que otras pueden no aislarse pero aún así sentirse solas. La soledad es una experiencia personal. Se deriva de sentimientos desagradables vinculados a un déficit en el deseado nivel o calidad del contacto social con los demás.

En esta cuarta edad de la vida, los factores de riesgo de enfermedad y marcadores de salud son diferentes cuando se compara con la de menor edad. La edad cronológica es un predictor débil de la esperanza de vida y de la respuesta a los tratamientos. Muchas enfermedades asociadas con la edad pueden ser tratadas o evitadas, sobre todo si los más ancianos reciben una buena coordinación entre los servicios y especialidades para ofrecer el mejor tratamiento. Nunca es demasiado tarde: incluso en edad avanzada es posible restaurar algo de la capacidad física y mental.

¿Qué se puede hacer?

No existe una receta única. Las soluciones que se adapten a la edad de los más jóvenes pueden no ser apropiadas para los más ancianos. Los profesionales y los responsables políticos deben tratar de combatir de manera proactiva la soledad de las personas de más de 80 años. Es importante mantenerse en contacto con los amigos y familiares. Dejarse querer y ayudar. Escuchar a todos y a cada persona en concreto.

Porque es a través de la capacidad de opinión de los individuos cuando la identidad y la dignidad de las personas pueden sostenerse durante toda la vida hasta el punto de la muerte. Escuchemos, pues, a nuestros mayores. Aquellos de nosotros que lleguemos a los 80 años tendremos de media, por lo menos, cinco años más para vivir. Necesitamos un cambio de paradigma en nuestro pensamiento. Bien vale la pena prestar atención a la salud de nuestros mayores, a sus necesidades y a sus deseos. Su futuro es también el nuestro.