¿Qué es el corazón? ¿Para qué nos sirve?


Dr. Miguel Ángel Imízcoz Zubigaray . Cardiólogo del Área Clínica del Corazón Complejo Hospitalario de Navarra

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La respuesta a esta pregunta tan simple sería muy diferente según a quien se la hagamos; si la pregunta va dirigida a una muchacha nos dirá que es eso que siente escaparse de su pecho cuando se cruza con la persona que le atrae y puede deducir que es en el corazón donde se alojan los sentimientos. Si se lo preguntamos al vecino de escalera que unas semanas antes enfermó de su corazón nos contestará que fue aquello que le dolió cuando le dijeron que había sufrido un infarto de miocardio. Si, por último, se lo preguntamos a una anciana, suspirará y nos contará que a lo largo de la vida es lo que le ha hecho sufrir y llorar en muchas ocasiones.

¿Pues entonces que sucede?, ¿Qué tienen de común los tres? ¿Qué es el corazón? El corazón, que está alojado en el pecho y protegido por el esternón y las costillas es el órgano principal del sistema circulatorio cuya función es conseguir que la sangre llegue hasta todo el organismo donde aportar nutrientes y oxígeno al resto de los órganos y al mismo tiempo conseguir que esta sangre recoja los desechos que se han producido en esas células hasta trasportarlos para que se purifiquen en el riñón y en el hígado.

Esta estructura compleja y eficiente comienza a formarse a la tercera o cuarta semana de vida dentro del útero materno, y aunque no esté desarrollado completamente como lo conocemos en el momento del nacimiento, comienza a latir a partir de la cuarta semana, incluso lo hace con un sistema de funcionamiento automático desde la quinta. Desde que comienza a latir ya no se detiene, y su ritmo nos acompaña toda la vida, hasta el momento de nuestra muerte, tanto si ésta se produce porque ha enfermado el propio corazón o por enfermedad de otros órganos.

Para poder conseguir esta función de bomba que envía la sangre al resto del organismo la estructura del corazón está formada por cavidades (aurículas y ventrículos), cuya pared es músculo, al que llamamos miocardio y se contrae expulsando la sangre hacia las arterias. El riego propio del miocardio es a través de las arterias llamadas coronarias y el sistema de llenado y expulsión de la sangre está regulado por un conjunto de válvulas entre las cámaras del corazón, de alta eficacia y resistencia (duran toda la vida del sujeto, salvo que enfermen).

Control de los latidos

La relación con el resto del sistema circulatorio es sencilla, la llegada de la sangre al corazón se hace por las venas (venas cavas desde el organismo a la aurícula derecha y pulmonares desde los pulmones hasta la aurícula izquierda) y se expulsa por las arterias (arteria pulmonar para llevar la sangre del corazón a los pulmones y la arteria aorta para hacerla llegar hasta el resto del organismo).

Para poder conseguir que este músculo funcione correctamente los latidos están controlados y regulados por un sistema de automatismo, similar al de un impulso eléctrico que recorre el miocardio para poder conseguir la contracción del mismo y que además sea coordinada a nivel de cada cavidad. Esta regulación consigue tanto el control de la frecuencia cardiaca, de la tensión arterial o del tono de contracción arterial.

Entonces, ¿Qué sucede cuando esa muchacha nos dice que su corazón salta en el pecho? En realidad está sintiendo el mecanismo más sencillo y el más inmediato de control de la eficacia del corazón. Su sistema nervioso ha liberado adrenalina, que aumenta la frecuencia del corazón y la tensión arterial, activándose un sistema de alerta o defensa de respuesta inmediata. Este sistema de regulación también es el responsable de que en reposo nuestra frecuencia cardiaca sea baja, por ejemplo durante el sueño, y sin embargo durante el ejercicio esta frecuencia cardiaca se acelere hasta adaptarse a las necesidades del organismo.

En el caso del vecino que sufrió un infarto de miocardio la situación es totalmente diferente. Ya le veíamos fumar y sabíamos que hacía una vida muy sedentaria, pero no pensábamos que podría llegar a enfermar. En realidad sumar lo que llamamos factores de riesgo: tabaco, hipertensión arterial, colesterol alto en la sangre, hacer una vida sedentaria,..hacen que el riesgo de padecer enfermedades de las arterias coronarias aumente, pudiendo llegar a ocluirse por completo una de dichas arterias quedando la parte de miocardio que alimenta sin sangre, dando lugar a un infarto de miocardio.

Angina de pecho

Cuando la pregunta se la hemos hecho a la anciana nos cuenta que a lo largo de la vida muchas veces ha sentido opresión en el pecho, se acuerda especialmente aquel día que murió su hijo o al caminar rápido en una cuesta; en realidad ella no sabe que aunque sus arterias coronarias no han llegado a ocluirse del todo, sí están algo estrechas y no son capaces de trasportar toda la sangre necesarias hasta el miocardio cuando éste necesita más oxigeno, dando lugar a lo que llamamos angina de pecho.

El corazón también puede enfermar de otras maneras. Pueden enfermar sus válvulas. En ocasiones desde el nacimiento, en otras por infecciones y también porque se deterioren progresivamente; esto último cada vez es más frecuente porque las personas vivimos más años y nuestras válvulas cardiacas, al igual que nuestros ligamentos o nuestras articulaciones también envejecen.

Puede también deteriorarse el propio sistema eléctrico cardiaco, aquel que regulaba la contracción del miocardio y entonces aparecen arritmias, que las notamos como la pérdida del ritmo normal del corazón o bloqueo del mismo, con pausas del corazón, que si se acompañan de mareos o pérdidas de conocimiento obligan a colocar un marcapasos.

¿Qué podemos hacer para cuidar nuestro corazón?

Con carácter general debemos recordar la necesidad de evitar el tabaco, las bebidas alcohólicas, aunque una pequeña cantidad de vino para aquellas personas que tengan costumbre de tomarlo puede ser saludable (nunca más de dos vasos), además de controlar la hipertensión arterial y la diabetes si se padecen. Siempre y con carácter general recordaremos también la necesidad de hacer ejercicio aeróbico (por ejemplo caminar, correr, andar en bicicleta, nadar) una hora al día, al menos cinco días por semana.

Podemos asegurar que en parte la forma de envejecer también va a tener algo de relación con la forma de vivir, y esto también incluye al corazón. ¿Podríamos llegar a ser viejos con un corazón todavía joven? Ha pasado el tiempo y seguro que aquella muchacha que lo sentía latir, al madurar sentirá menos rubor, aunque ame con más intensidad. Al vecino del infarto hace tiempo que cuando nos cruzamos con él ya no le vemos fumar y a la vuelta del trabajo se calza unas zapatillas para hacer ejercicio, y tal vez a aquella anciana se le ha debilitado su memoria y no recuerda nada de su corazón.

Recuerda: tu corazón es el responsable de que continúes vivo; CUÍDALO.